Mamá, pensar en ti me lleva siempre a mi infancia, a esos momentos en los que me cargabas, acurrucabas y me llevabas de la mano a todos lados. También me hace volver a esa adolescencia irreverente que viviste a mi lado, llenándome de regaños y muchos consejos, que ahora de grande entiendo y aunque ya no me llevas de la mano, si me continuas guiando.
La vida no alcanzará para darte las gracias por esas noches de desvelo cuando estaba pequeño, cuando enfermaba o llegaba tarde a casa, los miles de pañales cambiados, por los platos de comida, que deliciosa o apenas comestible, era siempre hecha con mucho amor, o por el esfuerzo constante para darme las mejores oportunidades que me has podido brindar, por el apoyo en mis sueños y en mí, aún cuando yo mismo dejé de creer en ambos. Tu amor ha sido siempre incondicional, cuando he estado en las buenas has sido la primera en felicitarme y cuando he decaído has sido la primera en animarme.
Eres de admirar, mamá. Siempre lo das todo de ti.
Fuiste, eres y seguirás siendo el pilar principal de mi vida, por ti y en ti comenzó todo, por eso y mucho más ERES MI GRAN AMOR.
Gracias por tanto, mamá.